En la serie, donde todos los personajes son una mezcla entre animales (típicamente perros) y personas, los capítulos cuentan casos independientes en los que Holmes y Watson, en ocasiones ayudados por la señora Hudson (que en esta versión es una joven viuda), resuelven misterios y paran los pies al malvado y astuto Moriarty y a sus dos ingenuos esbirros. Otro personaje recurrente es el bienintencionado pero inepto inspector Lestrade de Scotland Yard. Las historias siguen teniendo el regusto agradable de las originales de Conan Doyle, aunque claro, adaptadas para todos los públicos, especialmente para el infantil.
Algunos aspectos notables son el mayor protagonismo que tiene la señora Hudson, que llega a ser pieza central en algún capítulo; los ingenios mecánicos de todo tipo que diseña Moriarty; y el hecho de que Miyazaki dirigiera algunos de los capítulos, que siempre son puntos de más, especialmente para un seguidor de su obra. Mención a parte para los hiperresistentes coches de Scotland Yard, que podían llevar una cantidad descomunal de agentes, dentro o enganchados en el exterior donde fuera, sin por ello verse frenados. Pena que luego los pobres fueran de tan poca ayuda, porque los había a patadas en esas escenas.
Recuerdo además un momento que me llamó mucho la atención por lo extraño de encontrarlo en una serie para niños: cuando en una ocasión Moriarty humilla terriblemente a Lestrade (no recuerdo cómo, supongo que roba o se escapa justo bajo sus narices), el inspector opta por intentar tirarse del Big Ben, una forma muy británica de suicidio para limpiar su honor, imagino. Por suerte sus subalternos le retienen.
Y para rematar, la intro:
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