miércoles, 7 de diciembre de 2011

Desafíos del Cambio Climático

Estamos hartos de oír todo lo referente al Cambio Climático (sí, con mayúsculas, que el tema no es para tomárselo a broma) Cada dos por tres hay alguna cumbre donde los países que deben ponerse de acuerdo no llegan a firmar nada vinculante. Frecuentemente aparecen nuevos estudios que avalan no sólo la realidad del cambio, (que pese a controversias interesadas y financiadas por lobbys, es la conclusión de cada estudio realizado en los últimos años) sino que parece indicar que tenemos gran parte de responsabilidad (en concreto, un 75%) De vez en cuando sale la noticia de un pedazo de hielo ártico de tamaño nada despreciable que se desprende y flota a la deriva. O de cómo retroceden los glaciares, o se funde el permafrost y libera restos de mamut en perfecto estado (y que abren posibilidades remotas de clonación de animales extintos), o se ve amenazada la supervivencia de algún diminuto país insular.

Precisamente una noticia sobre Kiribati (de hace tres meses) fue la que llevó a escribir estas líneas. El país en cuestión, como muchos otros vecinos, se ve enfrentado a la difícil situación de realojar a su población conforme vaya subiendo el nivel del mar, problema que ya están sufriendo e intentando resolver.

El caso es que, pensando en todo esto, me viene a la cabeza algo inquietante: la Tierra es un sistema tremendamente complejo, donde la situación climática, entre otras, depende de miles de factores, muchos de los cuales no tenemos en cuenta en nuestros modelos o incluso no sabemos que hay que tener en cuenta siquiera. Aún más, es un sistema con una inercia enorme. Cuando llegan las famosas cumbres internacionales sobre el tema, ya sea en Cancún, Copenhage o Durban, la imagen que se transmite por los medios es que si sólo todos se pusieran de acuerdo y actuaran al unísono, podríamos evitarlo. Y ser felices y comer perdices por siempre. Y un carajo.

El daño que venimos haciendo al clima del planeta no es algo que podamos corregir, no ya de un día para otro, (estoy de acuerdo en que nadie insinúa eso) sino tampoco en unas cuantas décadas. Llevamos, digamos, desde la primera revolución industrial generando CO2 y gases contaminantes en grandes cantidades y explotando cualquier recurso a nuestro alcance de forma descontrolada, al menos hasta hace poco. Cambiar las prácticas que forman parte de nuestra sociedad y nuestra economía en la actualidad llevará mucho tiempo: no puedes decirle a un país que cierre todas sus centrales de carbón o que sólo instale molinos eólicos y placas solares, que retire de la circulación todos sus vehículos con motor de combustión interna o que sólo permita la venta de coches eléctricos, que devuelva a la naturaleza las tierras que tomó para cultivar, que deje de pescar durante décadas para que se regeneren las especies... Hay cambios en el buen sentido ya, muy pequeños, aunque significativos, y no sólo en los países más desarrollados. Pero no son suficiente, y lo sabemos, queda mucho por hacer. ¿Para mitad de siglo el mar puede subir 20 centímetros y la temperatura subir un grado? Entonces lo hará, no se quedará ahí, y nos costará horrores dar marcha atrás a eso, si es que está en nuestras manos hacerlo. Debemos afrontar el hecho de que los escenarios predichos no son una hipótesis de lo que pasaría si no dejamos hoy de contaminar, porque no vamos a dejar de contaminar hoy, ni mañana, ni pasado. Quizá el día de después, pero no antes.

Esto no es un alegato en favor de dejar de luchar ni una muestra de pensamiento negativo, ni pesimismo en estado puro. Pretende ser una llamada de atención, una llamada a la reflexión, para que nos conciencemos un poco de lo que nos espera. El mundo no se va a acabar, el suelo no se va a abrir tragándonos a todos, ni el aire se va a volver irrespirable. Será muy gradual y no tan evidente, pero poco a poco lo veremos ocurrir: zonas costeras que quedan anegadas, desplazando a miles y millones de personas; áreas que se desertizan paulatinamente; crecidas apreciables de ríos año sí y año también donde sólo los más viejos recuerdan algunas, y no muy frecuentes; pequeños cambios en las corrientes oceánicas con consecuencias diversas; por supuesto, la desaparición de los estados insulares antes mencionados... A todo esto, únele el incremento de la población, que ya vamos 7GH y subiendo con rapidez.

Éste va a ser un siglo lleno de desafíos, y a muchos de ellos se tendrá que enfrentar, como siempre, la ciencia y su hermana aplicada a la realidad: la ingeniería. Se nos da magníficamente bien adaptarnos a los cambios, está en la esencia de nuestra especie: hagámoslo en la medida en que sea necesario, pero sin dejar de buscar una solución efectiva.

2 comentarios:

  1. +1 Entre otras cosas, por éso es necesario financiar investigaciones y proyectos más allá de los puramente cortoplacistas e inmediatamente rentables

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  2. Siempre se ha dicho que: "No hay peor ciego que el que no quiere ver" y eso se puede aplicar a todos los que, teniendo posibilidades reales de actuar por nuestro planeta,anteponen algunos intereses económicos al interés general.

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