Hace relativamente poco, Eric escribió una entrada hablando sobre la eutanasia, sus repercusiones, su legalidad o ilegalidad y abría un debate para todo el que quisiera intervenir. Esta entrada va a desvariar un poco y no tiene mucho que ver, lo adviero pronto para que no os lleveis a engaños.
¿Sabes esos días en los que estas en la cima, te sientes feliz realmente y piensas que es el mejor momento? Quizás eso sea lo que llaman la felicidad que tanto ansiamos encontrar en nuestra vida. Ese frágil resquicio en la existencia por donde se filtra la sensación de imbatibilidad. Cuando eres feliz lo sabes.
Pero siempre que se tiene uno de esos días tenemos que terminar despertando a otro nuevo día y ver que la fragilidad de la felicidad es tal, que unas solas palabras desmoronan por completo esa sensación inmejorable, dejandote sumido en un estado de oscurantismo que ya querrían algunos pintores clásicos. Cualquier frase corta que vaya asociada a una mala noticia siempre provoca que el golpe contra nuestra frágil columna de exultancia se venga abajo, como el castillo de naipes bajo la presión del barrido de la mano sobre la mesa.
Yo siempre he sido una persona alegre, en mayor o menor medida rodeado de malas noticias por uno u otro lado a la que me he sobrepuesto con animo. Hoy era uno de esos días exultantes, celebrando varias cosas que no hacian más que animarme más y más. Cuando creía que todo se calmaría, ha mejorado más la cosa tras un poco de navegar por la red y encontrar alguna sorpresa agradable. El día no podría mejorar más, pensé. Cierto, mejorar no podía, pero empeorar solo era cuestión de una frase.
Y aqui me teneis, contandoos mi vida como si a alguien le importase. Seguramente penseis que hace esta entrada aquí. Yo tambien me lo pregunto.Cuando la leais, habrán pasado unos 5 o 6 intentos de borrarla, para al final dejar que se publique. Pero lo cierto es que pienso en estos momentos, en los que mi torre de cristal de la felicidad se ha roto, sobre estas tonterías y de un modo u otro necesito desquitarmelas de la cabeza.
Pasamos por la vida sin saber que hacer, queriendo hacer grandes cosas y fijandonos en las grandes figuras, buenas o malas, para marcarnos unos objetivos. Nacemos, nuestra familia puede tener más o menos miembros, puede que ninguno. Crecemos, solos o acompañados, creando lazos con nuestros semejantes, creciendo no solo físicamente, sino tambien mental y emocionalmente. Buscamos con desesperación reproducirnos, pues es el instinto básico que viene marcado en la base de la cadena genética. Y finalmente, aunque no nos guste aceptarlo, morimos. Morimos para bien y para mal de los demás, pues nuestra presencia no es ilimitada, mucho menos eterna. Y es precisamente en este último punto donde la gente más se acuerda de esa persona.
La vida es una enfermedad que se cura con la muerte, decían algunos. Cuando una persona muere no lloramos solo por la pérdida de la misma, sino por todo aquello que hacía y no se repetirá. Incluso el más despreciable de los seres humanos es llorado cuando muere, incluso a veces surgen por ahí comentarios de lo buena persona que era. Es curioso como cuando alguien cesa de vivir recordamos principalmente lo bueno que hizo, luego procuramos olvidar las cosas malas, esos defectos que tenía, porque "hay que honrar su memoria". Hipocresía pura y dura. Pero tranquilos, que si la persona era famosa y se puede explotar el morbo, la televisión siempre esta dispuesta a sacar los trapos sucios para entretenimiento de las masas.
Hemos vivido y hemos muerto. Reencarnemonos, dejemos que nuestra alma inmortal descanse en el Cielo, en el Valhala, en el Nirvana o en donde narices queramos que repose. O simplemente dejemonos morir porque el alma es solo un concepto teológico. No es por meterme con nadie por su creencia en este campo, es simplemente que me importa un comino (diría otra cosa más vulgar pero puede haber menores leyendo) y una vez muertos nos importa más bien poco lo que reste. Sin embargo los vivos nos conocerán de muy variadas maneras, mayormente según lo que hicieramos en vida. Ya sea por los libros de historia, por crear obras intemporales, por algun gran acontecimiento del que fuimos artifices o solo por el cariño que nos tenían, entre otras tantas. Cuando morimos no queda una parte de nosotros atada a este mundo, como creen esos que afirman que poner nombres de difuntos a los bebes es una manera de perpetuarles en una nueva generación. Lo unico que queda es un nombre y unos recuerdos sueltos de quienes nos conocieron, que se mantendrán hasta que el olvido los haga desaprecer.
No quería hacer algo largo y ahora miro la entrada y pienso que seguramente me odiareis. El texto es confuso, largo e incoherente. Yo me he desahogado, podeis leerme o no, podeis opinar libremente si lo creeis necesario, podeis insultarme si quereis (no os paseis con esto ultimo o tendré que moderar comentarios) o simplemente ignorarme. Tenemos una vida por delante, ya hicimos un trecho por detrás. Solo queda levantarse, caminar y pensar a donde queremos llegar.
jueves, 22 de diciembre de 2011
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