Siguiendo el esquema de las otras series, como la más conocida, Érase una vez el cuerpo humano, gira en torno al personaje del maestro, un sabio anciano de envidiable barba blanca, y sus alumnos, los cuales van explorando y aprendiendo diversos temas, en este caso relacionados con la ciencia.
Viéndola en retrospectiva, tantos años después, uno se da cuenta de la simple táctica que tenían estas series para transmitir algo más que simples conocimientos: cuando entraban en escena personajes con el esquema de bajito pelirrojo de cara alargada, o grandote de pelo oscuro y cara maliciosa, sabías automáticamente que eran malos, o en el mejor de los casos, bastante necios. La mayor parte de los héroes (en este caso los inventores) seguían un esquema muy similar, con a lo sumo dos patrones, así que eran igualmente fáciles de seguir (salvo en casos donde se había decidido usar un retrato más fiel a la realidad, o bien en los secundarios) En esta imagen de Arquímedes pesando la corona (supuestamente) de oro de la anécdota más conocida sobre él, (ésa en la que salía del baño gritando ¡eureka!) se ven claramente estos esterotipos: los malos son el de verde y el de la capa amarilla.
Como habitualmente estos dos personajes acababan mal (o muy mal, según el caso), el joven espectador sabía a qué atenerse y qué comportamientos eran inaceptables en el mundo de la ciencia.
Y mirando hacia atrás, creo que de hecho, también debo al menos una parte de mi aprecio por la ciencia a haber visto esta serie hace tantos años.
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