Tekkonkinkreet es una película de animación japonesa lanzada en 2006, basada a su vez en un manga.
La primera noticia que tuve de ella fue en el salón del manga de Barcelona de 2011, donde estaba a la venta. Al volver a casa, empecé a buscar sobre ella. Una vez la vi, pude comprobar que, definitivamente, es de las cosas más raras que hay en el territorio anime.
La historia gira en torno a dos huérfanos, Blanco y Negro, conocidos en el Distrito del Tesoro, que vigilan al considerarlo su territorio, como los gatos. Estos niños son un par de delincuentes callejeros que sin embargo se toman la justicia por su mano constantemente. Aunque Blanco es inocente y simplón, y vive básicamente en su propio mundo de fantasía, Negro es un chico agresivo y que no duda en pasar a la acción, acostumbrado a la dura vida en la calle y que antepone a todo la seguridad de Blanco. Éste, por su parte, aunque parezca un perfecto idiota, es referido constantemente por los adultos, como alguien puro que puede ver lo que otros no alcanzan a distinguir.
El argumento no es tanto sobre la lucha de los dos niños, particularmente Negro, contra los mafiosos y otros indeseables que desean aprovecharse del distrito, intentando convertirlo en algo completamente distinto, sino sobre la deriva interior de ambos. Mientras que se mantienen unidos funcionan perfectamente, ya que Negro protege a Blanco, y el más inocente ayuda a Negro a mantener la alegría. Sin embargo, cuando las circunstancias se complican para ambos, y Blanco pasa a estar protegido por la policía dado que unos matones han intentado asesinar a ambos niños, Negro va perdiendo lentamente su cordura, radicalizándose, volviéndose prácticamente salvaje.
En la escena no están sólo los dos niños, sino también un par de policías, un grupo de yakuzas, y la corporación que desea transformar el distrito en un parque de atracciones. Dentro de los mafiosos, Kimura es en el fondo una buena persona, descontento con la situación que le ha tocado vivir, que sigue en su sitio más por respeto a su mentor y jefe, Suzuki, conocido como Ratón, que por otra cosa. La corporación, representada por el inquietante Serpiente, pronto entenderá que Blanco y Negro son un obstáculo para sus planes, y lanzarán tras ellos a unos no menos extraños sicarios voladores. Sin más, simplemente voladores, absurdamente fuertes y resistentes, como si no fueran humanos, pero no se profundiza más en ello. Tampoco en las increíbles habilidades de combate o los saltos y movimientos imposibles de los niños.
La película nos habla de esa oscuridad interior que todos llevamos dentro, y de cómo sólos no siempre somos capaces de vencerla, sino que precisamos de otros que arrojen luz sobre nosotros. No es una obra para disfrutarla por su acción o sus efectos, sino principalmente por su mensaje.
martes, 3 de enero de 2012
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