Se trata de una historia con un profundo mensaje ecologista y ético, aunque ambientada en el Japón más arcaico y mitológico, donde los poderes humanos todavía tenían que vérselas con los dioses de la Naturaleza, aún estando éstos en marcada decadencia ante el avance del hombre. Así, la película pretende transmitir el respeto al medio ambiente y la convivencia pacífica entre éste y el ser humano, y de una forma más amplia, entre lo viejo y lo nuevo. El príncipe Ashitaka emprende un viaje al inicio de la obra que le llevará al centro del conflicto, en una búsqueda tanto personal, de esperanza para sí mismo, como de comprensión de la situación en que se encuentra el mundo.
{{spoiler}}
Resumen:
El príncipe Ashitaka de la tribu desterrada de los Emishi recibe una maldición mortal cuando salva a su aldea del ataque de un demonio. Éste, que antes era un dios jabalí llamado Nago, había enloquecido por la bala de acero con la que le habían disparado y que albergaba en su interior, convirtiéndole en un ser rebosante de odio. La anciana de la aldea envía a Ashitaka a un viaje sin retorno hacia el este, de donde vino el demonio, para intentar buscar respuestas.
En su viaje, Ashitaka presencia las convulsas luchas internas en el país, y conoce a Yigo, un monje al servicio del emperador. Más tarde se encuentra, al cruzar un río, con dos hombres heridos en el ataque que su grupo había sufrido a mano de los dioses del bosque al intentar regresar a la Ciudad del Hierro, a la cual pertenecen. Desoyendo sus miedos y advertencias, les intenta llevar de vuelta a casa cruzando el bosque sagrado que esos mismos dioses pretenden proteger. Estas divinidades de la Naturaleza, en este caso una manada de grandes lobos que Ashitaka encuentra brevemente, están lideradas por la loba Moro, cuya hija adoptiva es una humana, San, que como princesa de las bestias da título a la obra, la cual rechaza su origen y odia a los de su especie por el daño que ejercen al bosque.
Ashitaka logra llevar a los dos hombres a la ciudad, teniendo incluso un breve encuentro con el Espíritu del Bosque, el gran dios protector. Allí conoce a la señora de la Ciudad del Hierro, Lady Eboshi, que pretende acabar con todas las divinidades del bosque para abrir paso al ser humano y asegurar su futura prosperidad. Durante la estancia de Ashitaka en la fortaleza, San se infiltra en ella con el objetivo de matar a Eboshi, pero la intervención del joven logra evitar la muerte segura de la chica, a la que rescata y lleva de vuelta al bosque a pesar de las heridas que recibe, apoyándose en el misterioso poder que su maldición, que en forma de mancha no deja de extenderse por su cuerpo, le otorga.
San lleva al moribundo Ashitaka a la charca del Espíritu del Bosque, que decide salvarle la vida. Paralelamente, al bosque ha llegado una gran manada de jabalíes gigantes, liderados por el anciano Okoto, un gran jabalí blanco, que pretende ayudar destruyendo a los humanos, en parte como venganza por la muerte de Nago. Yigo entra en contacto con Eboshi, a la que según se descubre ha ayudado en ocasiones anteriores. El monje desea ahora su ayuda para obtener la cabeza del Espíritu del Bosque para el emperador, a lo que ella accede.
Alertada de las intenciones de los jabalíes, Eboshi les planta batalla, y logra acabar con todos ellos, excepto Okoto, al que dejan vivo para intentar que les conduzca al Espíritu del Bosque al buscar la ayuda de éste contra los humanos tras su derrota inicial. Ashitaka, que después de recuperarse había abandonado el bosque por orden de Moro, descubre que los samurais de Lord Asano, un señor feudal rival de Eboshi que ansía el hierro que produce, están sitiando la Ciudad del Hierro aprovechando la ausencia de Eboshi, y se entera del plan de ésta de acabar con el dios del bosque, por lo que sale en su busca para tratar de que ceje en su empeño y regrese para ayudar a la fortaleza.
A pesar de los esfuerzos de San, Okoto guía involuntariamente a los humanos hasta la charca del Espíritu del Bosque; igualmente, los esfuerzos de Ashitaka para frenar a Eboshi son en vano, y el dios pierde su cabeza justo cuando se está transformando: de día un exótico ciervo con cara humana y múltiples cuernos, de noche adopta el aspecto del Caminante Nocturno, un gigante etéreo que recorre el bosque a la luz de la Luna. Al ser decapitado, el Espíritu del Bosque se torna en un dios de la muerte, como le define Yigo, que busca desesperadamente su cabeza, extendiendo la destrucción por sus propios dominios, y acabando con toda vida a su paso. Yigo y otros monjes se llevan la cabeza, tratando que el dios no la recupere antes del alba, puesto que sólo así puede este morir.
En esta ocasión, los esfuerzos de Ashitaka y San surten efecto y en el último momento logran que el Caminante Nocturno recupere su cabeza, pero su victoria es sólo parcial, ya que de inmediato sale el Sol y el dios desaparece. Sin embargo, haber muerto siendo de nuevo el Espíritu del Bosque permite que éste empiece a resurgir con rapidez, a pesar de que en palabras de San, llorando la muerte del dios, aunque crecieran todos los árboles, ya no sería su bosque.
San regresa al bosque y Ashitaka decide quedarse para ayudar en la reconstrucción de la Ciudad del Hierro, que había resultado destruida durante la furia del dios de la muerte. Eboshi, que pierde un brazo a manos de la moribunda Moro en su enfrentamiento con el Espíritu, afirma su intención de no caer en los errores del pasado. El final, aunque algo agridulce, no carece de esperanza tampoco para la Naturaleza, y la última escena muestra a un kodama, un pequeño espíritu de los árboles, los cuales habían muerto todos con el bosque durante la rabia del dios de la muerte, reaparecer, indicando que aunque lentamente, el bosque volverá.
Comentarios varios:
Lady Eboshi me recuerda irremediablemente al orgulloso Lord Asriel de La Materia Oscura, tanto por carácter como por su deseo último; un detalle que sólo he apreciado en esta última ocasión de todas las veces en que he visto la película es que cuando cae el Espíritu del Bosque, no sólo cura la maldición de Ashitaka y revive al bosque, sino que también cura a los leprosos que se encargaban de fabricar las armas de fuego en la Ciudad del Hierro, en lo que se puede entender como un perdón tácito a los humanos.
Su nulo diálogo pero su profunda expresividad, ya sea como ciervo o como gigante vengativo, hacen en mi opinión del Espíritu del Bosque el personaje con más encanto de la historia, más incluso que el idealista y decidido Ashitaka, o que la agresiva y confusa San, que por un lado ama al joven príncipe pero que por otro odia a los humanos.
Creo que uno de los mejores momentos de la película, además del final propiamente dicho, es el diálogo que Moro y Ashitaka mantienen sobre San y el problema entre el bosque los humanos, antes de que empiece la batalla.
excelente película con un mensaje claro y muy directo lastima y lo digo con mucha verguenza que recién la vi hoy !!!
ResponderEliminarHermosa película
ResponderEliminarHermosa película
ResponderEliminarMi pelicula favorita <3
ResponderEliminarFalta la parte en la que convierten a Okoto en demonio...Pero igualmente,es un resumen Excelente :) y una película muy buena :D
ResponderEliminar